Por Pablo Montaño
Empezaron a llegar los tuits y los rumores de atentado. En el último año se han vivido ocho atentados con atropello en Europa, el ritual se repite y con él se vuelven a batir los tambores del fascismo que se despereza en el continente. El miedo pretende invadir las calles y monopolizar las conversaciones; sin embargo, las ciudades y su gente reaccionan con distintas sutilezas ignoradas por el amarillista recuento de algunos medios. A Londres se le declaraba sumida en pánico y desconcierto, por los cuatro ataques sufridos en cuatro meses, nada más falso. El londinense rindió homenaje a los caídos y a los que arriesgaron su vida para impedir el avance de los terroristas y continuaron sin pánico. Si a esta ciudad no la doblegó un feroz bombardeo de varios años, no lo harán los atentados.
Más allá de la fortaleza de Londres y su gente, la reacción barcelonesa al despiadado ataque que vivieron la semana pasada, es un ejemplo de resiliencia y solidaridad. Ya empezaban las voces del fascismo español, ese que nunca se fue, a atacar la apertura del ayuntamiento de Barcelona hacia los refugiados, cuando los catalanes condenaron el atentado de la mano de su comunidad musulmana. Ya se encendían los discursos de miedo, cuando las barcelonesas y barceloneses abarrotaron los centros médicos para abastecer las reservas de sangre. Y cuando se llenaron las redes de odio y oportunismo político, en la misma noche del atentado, Barcelona llenó sus plazas.
Barcelona combinó la capacidad de asombro con la de reacción; no dejó de dolerse, porque duele sentir tus calles atacadas, pero lo hizo sin olvidar quién es como ciudad. Desde hace dos años, Barcelona se autodenominó ciudad refugio, sus calles resonaron con el grito de “Volem Acollir” (Queremos Acoger), reclamaban al Gobierno Español su derecho a recibir a los migrantes que arriesgan su vida cruzando el Mediterráneo, ese que se ha convertido en fosa común de miles de refugiados que nunca llegaron a ser. Barcelona sabe que las respuestas fáciles al terror son el chivo expiatorio de aquellos que lucran con el dolor. Barcelona, no tiene miedo.
@Pabloricardo2
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