Por: Fernando Ortiz C.
Las últimas semanas el tema de Venezuela acapara titulares de todo el mundo. Posturas críticas frente al gobierno en turno, el nuevo gobierno que se declara como legítimo, la intervención de la comunidad nacional y los posibles escenarios que pueden llegar a suscitarse.
Los ojos del mundo están hoy en Venezuela como el epicentro de una crisis política, y con ello se alejan las miradas de otras latitudes, lugares que figuran remotamente en el mapa de las crisis actuales y que se encuentran dentro de la misma región turbulenta, esa que podemos llamar América latina.
El caso Haití y Nicaragua son dos claros ejemplos del olvido internacional frente a las continuas crisis que se suscitan en la actualidad. Haití, país caribeño que desde hace seis días sufre una batalla campal y violentas protestas entre opositores y partidarios de Jovenel Moise, actual presidente de aquel país.
En el contexto internacional, Haití se encuentra entre los países más pobres del mundo. En 2018 su economía tuvo un crecimiento de 1.4%. Además, cuenta con un historial de intervenciones, ya sea de países extranjeros o como aquella misión de las Naciones Unidas acontecida en 2004 conocida como Minustah que buscó la estabilización en Haití.
Luchas internas entre grupos políticos y gobiernos corruptos, despilfarro de dinero por parte de la cúpula política y un precario nivel de vida han llevado al país a que el 80% de la población se encuentre en el umbral de la pobreza.
La crisis tiene su origen en el fraude que se achaca a los fondos de Petrocaribe, acuerdo en el cual Venezuela suministra petróleo en condiciones favorables a varios países caribeños. Las acusaciones de desvío de fondos hablan de 3.800 millones de dólares.
El problema de Petrocaribe es una más de las complicaciones que enfrenta la población haitiana: depreciación considerable de su moneda, una inflación que no parece tener fin, crisis de electricidad producto de escasez de gasolina, son algunas de las razones por las que se puede decir que existe una crisis completamente descontrolada en Haití pero que no es mediática y no se habla de ella.
Otro caso es Nicaragua, país cuyas dificultades llevan desde abril pasado, producto en un principio por las protestas mortales contra las reformas de la seguridad social que fueron haciendo escala en pedir la destitución del presidente Daniel Ortega, y que hasta el día de hoy no tiene una resolución clara.
Grupos que se oponen de manera violenta al régimen del actual mandatario y quien a su vez señala a sus adversarios políticos como golpistas, acusando de intentar un golpe de estado en su contra, hecho que aún no se logra demostrar por parte del jefe de gobierno.
Se pueden nombrar infinidad de ejemplos y países que están sufriendo crisis de todo tipo, y también es un hecho que América latina está en un cambio, o la están cambiando. Las crisis y los movimientos que se encuentran al interior de los países pueden ser el producto de gobiernos que no ofrecen una alternativa a una mejora de vida o pueden ser el resultado de manipulación y boicots meticulosamente planeados por parte de grupos de interés.
Todo esto lleva a poner atención en los conflictos regionales, ya que de alguna u otra forma México es punto importante dentro de los flujos migratorios que se dan producto de la desesperanza que ocurren en estos países. Nicaragüenses y haitianos son parte de la migración constante que nuestro país tiene y frente a lo cual se tiene que tomar medidas puntuales respecto a los impactos y efectos que esto provoca en materia: humanitaria, salud, empleo, seguridad, entre muchos otros.
Se puede especular que esto es producto de izquierdas caducas y anacrónicas, o de derechas populistas en crecimiento; que las ventajas de los grupos de poder o hasta gobiernos de otras naciones buscan desestabilizar a la región.
Lo que es una realidad, es que no todos países reciben la misma atención y que la lucha de algunas se pierden en las brumas del olvido, pero al final estimado lector usted tiene la última opinión.
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