Por Manuel Tenedor
Muchas cosas han cambiado desde 2012 en nuestro país y tal parece que aprendimos muy poco de lo experimentado en la campaña electoral de aquel entonces. A México le vuelve a jugar chueco la memoria corta y la ignorancia, factores que fertilizan el terreno para la manipulación y la indiferencia.
Es evidente la degradación social que hemos vivido en los últimos 12 años, así como la precarización de vida en el país por lo que resulta complicado generar una narrativa optimista respecto a la coyuntura del país y que pueda residir en las opciones electorales del momento pero de poco sirve lamentarse.
Lo más fácil de la elección de este verano es decidir por quién votar ya que los pésimos resultados de los gobiernos recientes, los maniqueos mediáticos y dicotomías políticas facilitan la decisión para alguien consciente de la situación y medianamente informado, pero no es responsable asumir que la mayoría tiene esta condición porque no es así.
Venimos de dos campañas electorales que claramente desembocaron en presidentes ilegítimos o legitimados a través de instituciones sometidas a los intereses de los grupos de poder y con evidente complicidad de la comunidad internacional. La crisis multidimensional en México y el interés geopolítico de algunas potencias en nuestro país hacen pensar más en el día después de la elección gane quién gane o impongan a quién impongan.
En la elección nos jugamos muchas cosas como nación y como generación ya que la mayoría de las opciones pretenden seguir el mismo esquema y ninguna opción representa un proceso real de emancipación al modelo dominante por que realmente no tenemos la capacidad de lograrlo, por ahora. No somos tan fuertes como lo fuimos ni organizados como tendríamos que ser, sin embargo es otra oportunidad de comenzar a cambiar esta tendencia y recuperar algo de la dignidad perdida. Nos jugamos todavía más la soberanía venida a menos con el entreguismo irresponsable de los recursos del país. Nos jugamos la paz que tanto nos urge y hacer algo para bajar los índices de violencia que entorpecen la prosperidad y bienestar pero el miedo no debe ser lo que decida el voto.
Es época de elecciones y sale a relucir lo distinto y distante de nuestro pensamiento con gente que parecíamos no estarlo tanto. El cambio generacional nos requiere una agenda consciente y comprometida con posturas políticas de vida, paralelas e independientes a la “politiquería”, esa que alimenta memes y nos desgasta en nimiedades que solo entorpecen la convivencia, complican alcanzar acuerdos y radicalizan inútilmente el debate público con hipótesis que nada tienen que ver con la realidad del país y que más bien rinden culto a la ignorancia.
No podemos permitirnos ser ingenuos, ese es un lujo sabiendo que es muy probable que otra vez haya fraude pero no por eso hay que facilitarlo ni aceptarlo por berrinche ideológico. No dejemos que otra vez la pereza intelectual se imponga y que las elecciones del próximo verano nos agarren lo más conscientes y civilizados posible.
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