Hapoel Katamon busca unir a niños árabes, judíos e israelíes, hombre y mujeres y adultos con capacidades diferentes bajo una misma afición: el amor por el fútbol.
Se trata de un club de fútbol israelí con varias particularidades muy especiales: es propiedad de sus fans, su codirectora es la primera mujer democráticamente elegida en la junta directiva de un equipo en el país y su actuar se basa, más que en la competencia, en dos premisas esenciales: la democracia y la paz.
“Tenemos una máxima: todo aquel niño que quiere jugar al fútbol tiene que poder hacerlo. Y si no tiene dinero, encontramos una manera para que entre a la escuela”, sonríe Daphne Goldschmidt, actual codirectora del equipo. En lugar de dedicar parte de su presupuesto de 1,8 millones de euros simplemente a fichajes para el primer equipo, lo emplean para los 1.100 niños y niñas encuadrados en sus programas.
Dentro del deporte base está el gran reto del club: integrar a chicos judíos y árabes en la capital del enfrentamiento: Jerusalén. Mezclando chicos de barrios del oeste como Katamon con otros del este, de mayoría árabe, consiguen el objetivo. “Alrededor de un 30% de los niños de nuestras escuelas son árabes. Te aseguro que no es fácil en una ciudad como esta”.
“Tenemos chicos de Cisjordania, chavales de las zonas de asentamientos”, sigue Goldschmidt. Para ella, el entendimiento y la paz no son meras optativas.“Aquí muchos hemos crecido educados en valores negativos. Da igual si eres árabe o judío. Lo que buscamos es la igualdad”.
La igualdad y la diversidad, porque en la academia del Katamon juega un equipo de personas con autismo, otro de adultos con diferentes disfunciones mentales, chicos de barrios conflictivos, otro de refugiados africanos y, por supuesto, de chicas.
“Ahora tenemos a dos de nuestras chicas llamadas a jugar con la sub-16 israelí. Son parte de las 150 que tenemos en el club. Hay medio millón de mujeres en Jerusalén y nosotros somos la única estructura existente para que jueguen desde pequeñas“, afirma Goldschmidt, que recuerda que en Israel el fútbol femenino apenas cuenta con 8 equipos en primera y que fuera de casa, a veces ella ha sido prácticamente la única espectadora.
“Me da vergüenza”, sonríe Daphne cuando confirma que es la primera mujer democráticamente elegida en la junta directiva de un equipo israelí.
Todo comenzó con el Hapoel Jerusalén, un equipo asociado al laborismo israelí y el más popular de la ciudad hasta que a mediados de los 70 el partido derechista Likud se hizo con el poder en Israel. El rival ultraortodoxo de la ciudad, el Beitar, comenzó a ganar títulos. Jerusalén se convertía poco a poco en una ciudad hostil al entendimiento. En los 90, el Hapoel Jerusalén fue comprado por el empresario Yossi Sassi. Los resultados deportivos eran cada vez peores, y el club acabó siendo puesto en venta en mitad de una grave crisis económica. En 2007, el descenso a Tercera fue la gota que colmó el vaso. Algunos aficionados, tras un intento frustrado de comprar el club para reflotarlo, promovieron una escisión. Había nacido el Hapoel Katamon.
Para lograrlo, se vendieron acciones a un precio de unos 200 euros. Con ellas, sus aficionados podían, ahora sí, ser dueños de su equipo.“Simplemente decidimos tomar el poder. El fútbol es de y para los aficionados”, asegura Daphne.
El Hapoel Katamon es un ejemplo de sociedad económicamente sostenible. “Estamos reconocidos como organización sin ánimo de lucro. Tenemos 700 miembros que pagan una cuota anual de 1.200 shekels, unos 300 euros. Eso da derecho a elegir a los directivos. A su vez, en la directiva hay 4 miembros que salen de entre los aficionados de a pie, de la grada“, afirma Goldschmidt.
Algunas organizaciones y empresas medianas o pequeñas también aportan dinero. El club tiene contratos de publicidad que van desde los 200 a miles de euros. Goldschmidt confirma, eso sí, una importante fuente de financiación.“Tres empresarios aportan mucho dinero al club. Uno de ellos es Larry Tanenbaum”. Se refiere al dueño de Maple Leaf Sports y de los equipos de la NHL Toronto Maple Leafs y de la NBA Toronto Raptors.
“No debemos dinero a nadie. Cuando una acción inesperada que exige dinero, llegan aportaciones extra, como sucedió cuando tuvimos que despedir al entrenador hace unas semanas”, dice Goldschmidt. Decisiones como esa, las toma, por cuestiones prácticas, el director deportivo.
Cada martes a las 7.30 de la mañana la mesa directiva se reúne para evaluar cómo van las cosas. Todo debe ir de acuerdo con el plan estratégico realizado junto a los fans el verano pasado, en el que en grupos de 10 o 15 personas se evaluó la gestión y se decidió el rumbo del club los próximos años.
Al principio de cada temporada, los fans del Katamon deciden colectivamente los precios de las entradas. “Quizá no somos los que jugamos mejor, pero esto es para todos: mujeres, gays, niños, familias, judíos, musulmanes, cristianos”, resume Goldschmidt.
El Hapoel Katamon comenzó de la nada en la quinta división. Hoy juegan en Segunda. Según su plan, en cuatro años estarán en la Premier League israelí.
El Beitar es la némesis del Hapoel Katamon. Con unos ultras llamados La Familia capaces de echar del club a dos chechenos musulmanes fichados hace tres años, el Beitar es el único equipo israelí que nunca ha jugado con árabes.
“Por un lado, tienes un equipo que tiende a la locura y el racismo. Por otro, uno formado por familias y que está contra la violencia”, dice Goldschmidt, que asegura que sus hinchas tratan de evitar cualquier enfrentamiento con radicales ultraderechistas del Beitar.
Para Goldschmidt, no es una cuestión de izquierdas o derechas. “Sabes, en Israel ser de izquierdas es tener sensibilidad social. Somos simplemente un equipo que trabaja por y para la comunidad y para quien tiene menos oportunidades”.
“El fútbol se ha vuelto caro, a veces inaccesible para las clases populares”, continúa. “Nosotros tratamos de devolver el fútbol a lo que siempre ha sido: un juego que tienes ganas de ver en directo cada fin de semana”.
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